GU SAN SAN SEBASTIÁN: LAS CLAVES DEL NUEVO RUMBO

Son cerca de las 8 de la tarde de una magnífica tarde de verano. El sol todavía aprieta lo suyo y se cuela por las ventanas de la última planta del Náutico, que desde hace tres meses se conoce como GU San Sebastián. A primera vista, todo sigue igual en su interior. La misma amabilidad de hotel de cinco estrellas al entrar -«Hola, buenas tardes. ¿Dónde os queréis sentar? ¿Aquí?-, el mismo tipo de cliente -un señor tomando algo en la entrada, una pareja de entre 40 y 50 años disfrutando de una botella de Eunate al fondo- y un gran despliegue de personal trabajando -cuento 6 o 7 personas deambulando alrededor de la barra- que no se corresponde con el número de clientes que de momento han entrado.

Al parecer, la noche anterior, un miércoles, se llenó hasta la bandera, sobre todo de extranjeros que están inundando la ciudad. Pero hoy es una tarde tranquila donde la gente apura las últimas horas de playa. Mirando por la ventana pienso en que junto con la indestructible discoteca Bataplán, GU será el único plan de ocio nocturno que quede alrededor de la Concha si se confirma el cierre de La Rotonda. En todo caso, el único que podría merecer la pena.

Tienen una ardua tarea por delante. Y para ello están acometiendo una serie de modificaciones que son confirmados casi punto por punto desde el propio local. «Estos meses hemos ido ajustando matices para conseguir la filosofía con la que soñábamos cuando pensábamos en qué tenía que ser GU. Es cierto que ha habido algunos cambios, como es normal al abrir un espacio como éste. Actualmente, podemos decir que estamos encaminados hacia lo que queremos que haya en GU».

Que GU está enderezando su rumbo es un hecho. Se podría resumir de la siguiente manera:

1-. Precios más asequibles

La cañas -no sirven zuritos, para eso las tascas- han pasado de costar 4,5 a 4 euros. La entrada a la discoteca no vale 15 euros, sino 10 y te incluyen una copa o dos cervezas ropero incluido. La nueva opción de «pikoteo» incluye bocatas al estilo tailandés a 6 euros la unidad, postres también por 6 euros y platos para compartir entre 12 y 18 euros. Ha desaparecido el menú de 50 euros.

2-. Nuevos horarios, público más diverso

Ya no abre al mediodía. Se ha centrado en las tardes-noches, con una clara división de públicos. Hasta la hora de cenar lo normal es que haya gente de 40 años para arriba. Por la noche la edad fluctúa entre los 25-35 años aproximadamente y con la entrada del verano se ha convertido en una parada habitual para los turistas.

3-. Nueva carta

Es probable que este lunes se estrene la nueva carta del GU, con una combinación de productos locales y exóticos y un toque sofisticado. La idea es ampliar las opciones de poder picar algo.

4-. Cultura de Club

«Cuando abrimos teníamos claro que queríamos un club donde sonara buena música y donde tuviera mucho protagonismo la escena local». Es donde más esfuerzos están invirtiendo. El miércoles por la noche toca #GuRocks, con bandas en directo (próximamente será el turno de Albert Cavalier) y djs; el jueves hay Jam Sessions; y los viernes se escoran a la música de baile de calidad con una variada paleta de djs donostiarras (han pasado Primo y Ayo Silver!, entre otros). «Quizás somos un poco románticos, pero creemos que el concepto de cultura de club se tiene que vivir en este espacio», dicen.

Pedimos un par de cañas y nos sacan un aperitivo, una especie de frutos secos japoneses. Cuidan los detalles, pero en esto también han cambiado: en lugar de en un vaso de barro sirven la cerveza en una copa de vino. En lugar de la bolita de helado relleno de foie de principio, el piscolabis japonés. 8 euros en total. Un poco más barato, un poco menos exclusivo.