La 76 edición de la Quincena Musical de San Sebastián se clausuró el pasado 30 de agosto y, al igual que en años anteriores, ha tenido un gran éxito: ha habido 8 llenos absolutos, una ocupación del 93%, una recaudación superior a 1 millón de euros… Además, como ya comentamos por aquí, uno de sus objetivos ha sido la de captar nuevos públicos -jóvenes, sobre todo- y acabar de una vez por todas con el elitismo con el que tanto se le ha asociado.
Para ello ha elaborado una programación más atrevida (la loca función de «Stradivarias 2» es el ejemplo más claro), han adaptado los precios para todos los bolsillos (con la oferta de Ordu Gaztea los jóvenes de entre 18 y 30 años pagaban 3 euros por los espectáculos en el Kursaal y el Victoria Eugenia) y en los propios carteles que han desplegado por toda la ciudad hacían hincapié en un concepto más relajado y moderno de la clásica.
¿Pero, qué piensan los jóvenes de todo esto? ¿Se puede ya vislumbrar un relevo generacional entre el público habitual? Y qué pasa con los que han ido por primera vez, ¿les ha gustado o se han aburrido como ostras? ¿Repetirían plan?
Todas esta preguntas ya tienen respuesta. Al menos una respuesta posible. Desde la propia Quincena Musical han efectuado un curioso experimento que han bautizado como Solasean: juntan a varios jóvenes de entre 18 y 30 años para que vayan a un concierto de música clásica y luego intercambian sus impresiones en un bar. Éste es el bonito vídeo que resume la iniciativa:
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