El cine a veces se detiene en aquello que sucede en los márgenes de nuestra sociedad. Historias que toman forma tras haber sido excavadas en el mismo subsuelo y que se dan a conocer entre el público. Recientemente, hemos tenido la oportunidad de disfrutar de dos documentales impregnados de este espíritu alternativo: “Homenatge a Catalunya II” y «Monopatín», sobre formas de vida no capitalistas y los orígenes del skate en España, respectivamente. «Kampsa. 20 años de sueños y escombros«, por su parte, dirigido por Dani López y estrenada anoche en el festival Dock of The Bay, funciona como cruce entre ambas.
Todo empezó cuando un grupo de adolescentes ocupó en 1992 un solar abandonado en Pasaia. «Los chavales del pueblo buscaban un sitio donde poder estar porque por aquel entonces Pasaia no es lo que es ahora: era un sitio dejado por la mano de Dios y no había apenas opciones de ocio, cultura, deportes ni nada. Encontraron unas antiguas fábricas de (la gasolinera) Campsa que estaban vacías y lo ocuparon sin tener realmente claro el término okupación«, explica Dani, de 32 años, apenas un par de horas antes del primer pase en los cines Trueba. Durante los primeros 10 años de vida en el espacio conocido como la Kampsa se llevó a cabo una extensa programación musical: muchos fines de semana tenían lugar conciertos de, principalmente, grupos hardcore y punk locales e internacionales.
Una voz en off relata la historia junto con jugoso material de archivo, entrevistas con sus principales protagonistas y música, mucha música. «Bandas que hacían ruido», matiza entre risas Dani. «Fueron unos años bonitos porque en los pueblos de la zona surgió una escena musical bastante chula, con mucha actividad entre las distintas casas okupa. Sobre todo a finales de los 90 y principios de los 2000». Por supuesto, los grupos vecinos del sonido Buenavista (Perrera, Nuevo Catecismo Católico, Señor No…) pasaron por allí. También sirvió como after: cuando los bares de Pasaia cerraban, muchos jóvenes remataban la noche en la Kampsa.
En el local de estudio se han grabado discos y maquetas, ha habido talleres de serigrafía, ciclos de cine y se han realizado otras actividades de cultura y ocio siempre bajo la filosofía anticapitalista Do it your self. El propio colectivo de la Kampsa adopta el eslogan en euskera en su perfil de Facebook: «Zu zeuk egizu!». Pero «Kampsa. 20 años de sueños y escombros», 100% autofinanciado y que sortea con dignidad la escasez de presupuesto, no se puede entender sin la irrupción de varios desalojos. Quizás el más sangrante fue el primero, el de 2001, cuando la Ertzaintza accedió al solar sin aviso previo. Varios de los miembros del colectivo se encaramaron al tejado del edificio para ofrecer resistencia con carteles de «No nos moverán». Finalmente el espacio se vio reducido a una inútil escombrera.
Tras tantear espacios nuevos en Pasaia y alrededores la nueva etapa de la Kampsa se empezó a forjar en la casa okupa de Ardi Gorri, a escasos metros del anterior. Y aunque en Kampsa 1 ya había un skatepark callejero, Kampsa 2 ha hecho de la construcción de un espectacular y profesional bowl de cemento santo y seña de su aportación creativa. «Es una obra un tanto faraónica y espectacular. Es seguramente lo que más ha trascendido y el auge del skate a nivel nacional con documentales como «Monopatín» así lo atestiguan. Puede servir como puerta de entrada a mucha gente que no está metida en ese mundillo underground de bandas», añade Dani.
El 7 de julio de 2012 se celebró la fiesta del 20 aniversario de la Kampsa, con la celebración de un campeonato de skate y los conciertos dentro del bowl de Dollmen, 25 Coming Fire, Helldivision y Desastrozombies. Una efeméride que se continúa celebrando con el documental «Kampsa. 20 años de sueños y escombros», pese a que siguen viviendo con la inquietante sombra de un futuro desalojo por parte de las administraciones.