Dice que no se atrevería a volver a hacerlo, pero quién sabe. En la edición en la que Paul Auster presidió el jurado del Zinemaldia (2007) se había pasado todo el curso de la Escuela de Cine adaptando, precisamente, “El Palacio de la Luna”, una de las cumbres del escritor de Brooklyn. Así que cambió sus planes sobre la marcha: le rogó a su tía, profesora de inglés, que le tradujera el guión y se plantó en San Sebastián. “Me acerqué a Auster en un pasillo del Kursaal y le di un sobre con el guión y una carta explicándole por qué hacía todo esto: que no había ninguna intención comercial, que yo solo quería que él lo tuviera. A los meses recibí un mail de su secretaria diciéndome que el señor Auster tenía el guión y lo leería encantado. Nunca volví a saber nada ni de Auster ni de su secretaria. Pero fue bonito.”
Seis años después, a Isabel Peña (Zaragoza, 1983) -la misma persona que perseguía a Paul Auster por Donostia, la que trabajó durante tres ediciones en el departamento de prensa del Zinemaldia- le acaban de conceder el premio al Mejor Guión Novel en el Festival de Málaga. “Stockholm” es una de las películas más impactantes del año, la historia de un chico que conoce a una chica en una noche de fiesta en Madrid. Una noche y una mañana claves en sus vidas. La historia con la que toda una generación de jóvenes urbanitas se está sintiendo identificada.
“Mucha gente lo dice. Nosotros no teníamos la intención de hacer una peli ´generacional´”, reconoce Isabel. “Pero nos ha salido. Y tiene sentido. Para empezar, porque nadie del equipo tiene más de 35 años. Para seguir, porque, para bien o para mal, es así como nuestra generación se relaciona a día de hoy. Todos hemos sido él o ella en algún (o varios…) momento de nuestra vida. Me refiero a la primera mitad”.
“Stockholm” no lo ha tenido fácil y se ha tenido que buscar la vida. De hecho, se sigue buscando la vida cada día. Caballo Films, la productora de la película, ha apostado por rebajar la entrada a 4,99 euros en los cines de Valencia, Mallorca y Sevilla y pretende ampliar la iniciativa a las otras 12 salas en las que ha sido estrenada, incluida los Príncipe. El presupuesto, ínfimo, de 215.000 euros, lo han tenido que rascar de muchos bolsillos, incluidos los suyos propios y una campaña de Crowdfunding, una vía de financiación cada vez más socorrida para bien y para mal.
Además, el equipo entero ha hecho un poco de todo. Su director, Rodrigo Sorogoyen, es también coguionista y productor ejecutivo. Isabel Peña, por su parte, participa como extra, es guionista, productora asociada y “amiga” de casi todos. “Al principio estos reveses nos desanimaron mucho, pero han acabado siendo una bendición, porque hemos podido hacer lo que hemos querido desde el principio. Ninguno habíamos tenido antes tanta libertad creativa”.
Conviene no desvelar demasiados secretos, aunque los propios guionistas deshojan parte de la margarita en la página web oficial de la película. Lo primero que quisieron escribir fue la historia de un secuestro para poder introducir el Síndrome de Estocolmo, al que le dan “una vuelta de tuerca”. Obviamente, y ahí está parte de su gracia, no les ha salido una de acción.
De hecho, cuesta etiquetar “Stockholm”: no es una comedia romántica, ni un drama psicológico. Hay suspense y una atmósfera inquietante. La noche y el día la parten claramente en dos, pero lo interesante es que se siguen mezclando los géneros continuamente. Las influencias más o menos obvias que ellos mismos reconocen están ahí (“Antes del Atardecer”, “Caché”, “Revolutionary Road”), salen a flote en muchos momentos.
De Stockholm se han dicho muchas cosas: que es la azotea desde donde se divisa el centro de Madrid, la sangre en el espejo, unas llaves, un juego con tres preguntas… Pero por encima de todo es un larguísimo diálogo chispeante, hiriente, genial e incómodo de una pareja de jóvenes. Al final, no es ni más ni menos que eso: una charla desde una fiesta hasta una casa. ¡Pero qué charla! Parece extraída de una noche en Malasaña, tal cual. “Nos dimos cuenta de que algunos diálogos eran `demasiado ingeniosos´. La gente no es ingeniosa todo el rato, al menos nuestros protagonistas no queríamos que lo fuesen. Así que dedicamos una nueva versión del guión a deshacer lo andado y simplificar los diálogos para que fuesen menos cinematográficos pero más reales”.
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