Voy a empezar contando una anécdota. Sucede en Donostia, cuando el sol ha caído hace ya unas horas. En la barra del Atari, una pareja charla de forma amena sobre la situación del cine. Al principio hablan desapasionadamente, por pasar el rato, pero poco a poco la conversación va tomando consistencia, con afirmaciones tajantes. El cine es caro, sentencia él con seriedad. Y con cierto tono de nostalgia de tiempos mejores, le recuerda que que el precio de las entradas ha subido más del doble que el IPC en los últimos ocho años. Lo ha leído en algún sitio. ¿Cómo va a ir así la gente? Se interrumpe momentáneamente para pedirle un «gin tonic» al camarero. Pero de los ricos, que aquí tenemos morro fino. Sobre el precio de esa copa no ha leído ningún artículo. De hecho, ni siquiera ha preguntado al camarero cuanto cuesta. Y sí, habéis acertado: cuesta más que la entrada.
Vale, admito que la anécdota es ficción. Pero no es mentira. Ahora vamos a por otra, que creo que sí es real. Es un clásico para explicar el concepto de pensamiento lateral. En un rascacielos de Nueva York los usuarios se quejaban de que el ascensor era lento. La solución evidente, cambiar los ascensores por otros más rápidos, era muy cara. A un psicólogo se le ocurrió poner un espejo para mantener entretenidos a los usuarios. Funcionó porque solucionó el problema real de fondo: la gente se aburría en el ascensor. Creo que aquí tenemos una situación similar: hay una idea generalizada de que el cine es caro y de que deberían bajar los precios. La industria ha reaccionado con la solución evidente: aceptar bajar los precios (ascensores más rápidos).
No sé si la solución será rentable. De momento, las cifras que se han dado del primer miércoles son buenas: el número de entradas vendidas ha aumentado en un 136% con respecto al miércoles anterior, lo que se traduce en un 65% más de recaudación. Suena bien. Aunque habrá que tener en cuenta los datos en un periodo mayor. Aún no sabemos si ha habido un efecto de concentración de espectadores en ese día de la semana en concreto. No sabemos si se mantendrá en las próximos miércoles ni como va a ir afectando a los días de precio normal. No sabemos mucho aún. Ojalá sea rentable, pero que se mantenga así de bien es complicado. Recuerdo este acertado artículo que Ricardo Aldarondo escribió sobre la fiesta del cine, con algunas cuentas sencillas.
De todas formas creo que el valor de esta campaña no estará tanto en su rentabilidad directa, sino en qué medida solucionará el problema real de fondo: recuperar la ilusión por ir al cine (que la gente no se aburra en el ascensor). Si esta rebaja anima a nuevos espectadores y contenta a los fieles, bienvenida sea. Quizá haga que los jóvenes vuelvan a las salas y se acostumbren a la calidad de una buena pantalla. Eso sería genial. Pero me temo que soy algo pesimista. Puede que sepáis que los Cinebox (Usurbil, Irun) tenían ya una oferta de los lunes a 4€. Es decir, prácticamente lo mismo. También sabréis que la cadena está en la ruina. Lo cierto es que no estaban a rebosar las salas los lunes en Urbil, ni mucho menos en Mendibil. En los cines Antiguo Berri puedes ir de lunes a viernes por 5,50€. También hay bonos, tarjetas de puntos… Los descuentos ya existen. Lo que realmente hace falta es que la gente considere que el plan de ir al cine es suficientemente interesante.
Pero no me malentendáis, aplaudo la medida. Primero, porque cines y distribuidoras se han puesto de acuerdo y han hecho algo. Lo están intentando. Segundo, porque es un regalo para el espectador, una rebaja siempre es bienvenida. Pero me interesan más medidas como Los jueves del Trueba, que más allá de los números que pueda hacer, consigue mantener una comunidad de cinéfilos, potenciar la ilusión, darle un valor añadido, que hablemos de ir al cine en los medios y en las redes sociales. El Zinemaldia creo que es clave para entender por qué aquí el cine funciona mejor que en otras ciudades. Hace falta un hábito. Y hace falta, especialmente, algún tipo de acción dirigida a los adolescentes -lo siento, no sé cuál-. Por supuesto, también hace falta que la calidad de las salas esté a la altura, y en eso algunos cumplen y otros no tanto.
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