Estoy inmerso en plena Semana de Terror y el ambiente gamberro del público me está trastornando. Sé que el Zinemaldia es uno de los festivales de clase A más importantes del mundo y que La Semana es un modesto festival de cine fantástico y de terror, pero hay unos cuantos aspectos en los que gana. Si eres una de esas personas que nunca se ha acercado a La Semana, porque no te interesa el género, quizá pueda convencerte de que, a veces, es hasta mejor que el Zinemaldia. Vamos allá.
Aplausos
El público del Zinemaldia es demasiado generoso. Cualquier película floja recibe sus aplausos y, salvo en los pases de prensa, ninguna mala película recibe su merecido. Somos muy formales. Sin embargo, aquí no hay lugar para la compasión. Gritos de “¡me aburro!” o sentencias finales del tipo “Qué basura de corto”.
La participación de los cineastas
En el Zinemaldia hay coloquios con los directores, sí, pero hasta ahora, ninguno de ellos ha imitado a Chiquito, rasgo habitual de las presentaciones de La Semana. Por ejemplo, en la inauguración, el director mexicano de “Musarañas”, Esteban Roel, se lanzó a ello. Y si le pones «Felicitá», de Romina y Albano, a un director de terror extremo francés como es Julien Maury, no duda en ponerse a bailar. Mucho más entregados, dónde va a parar.
Monsterchef
El Zinemaldia tiene una suculenta sección de cocina, Culinary Zinema. Sí, pero en La Semana este año tenemos “Monsterchef”, un show con Áxel Casas y Ronquete que será terroríficamente delicioso. Prometen náuseas y placer a partes iguales. Y ojo, podéis tomarlo a broma pero el Basque Culinary Center lo patrocina junto con A Fuego Negro. No me lo pienso perder.
Amor
En el Zinemaldia nos quejamos a veces de cuestiones de organización, pero la muestra más directa de descontentos no llega hasta el tradicional programa especial de Keridos Monstruos. En La Semana hay un grito que no tarda en aparecer cuando procede -“¡Josemi dimisión!”- lanzado con energía a su director, Josemi Beltrán. Es una evolución de “¿Por qué, Rebor, por qué?” del anterior director, Jose Luis Rebordinos. En realidad, los queremos.
Instalaciones
Es cierto que en el Zinemaldia todo está impecable, los baños derrochan limpieza. Pero tiene su aquel entrar a los baños del Principal y descubrir que alguien ha hecho un rito satánico, o similar en el lavabo. Aunque lo más importante y punto definitivo, es que hay bar dentro del teatro, para poder disfrutar de un buen gintonic mientras ves cómo algún psicópata descuartiza a sus víctimas.
Las butacas
Lo que es un verdadero horror son las butacas del Kursaal y del Victoria Eugenia. En La Semana, aunque también hay sesiones en el Victoria Eugenia, el abonado pasa casi toda su vida en un cómodo asiento del Principal, que además está numerado, por lo que te olvidas de las largas esperas antes de la proyección. Eso sí, al principio hay que hacer una gran cola.
La ambientación
En el Zinemaldia tenemos la alfombra roja, la fachada del Kursaal… todo eso está muy bien, pero en La Semana, la fachada del Principal siempre se decora convenientemente, así como su interior, lleno de adornos. Pero quizá es más llamativo ver el serio y elegante teatro Victoria Eugenia con quirófanos sangrientos, azafatos marcianos y ataúdes. Ataúdes, por cierto, que aprovecha la crítica más terrorífica al sur del Bidasoa, para entrar en ellos como si saliera de una clásica película de terror. Porque, ¿a quién tiene el Zinemaldia? ¿A Boyero? Nosotros tenemos a Begoña del Teso.
No hay comentarios