En Egia también se va de pintxos. Y se comen generosos bocatas y raciones a precio de barrio, para asombro de los que están habituados a cómo se las gastan algunos establecimientos hosteleros en el centro y la Parte Vieja. Egia, tan lejos y tan cerca de la Donostia de postal, tiene sus propios embajadores y tal vez nadie haya descrito el barrio como el músico Javier Sun y su barrio de la verdad.
Pero aunque no hay tantos bares como en otras zonas estrellas de la ciudad, existen locales de toda la vida, muchas de ellas auténticas tascas de barrio, donde la cosa se mueve. Arrancamos con nuestro recorrido desde la parte baja, subiendo por la calle de Egia. En el número 1 se encuentra el café-bar SAYOA, regentada por una histórica y simpática familia de hosteleros. Dos zuritos y una ración de aceitunas no salen por más de 3 euros, pero la especialidad de la casa siempre han sido los champis. Atención, la cocina sólo está abierta al mediodía.
Un poco más arriba y flanqueados por el club de música Le Bukowski se encuentran los bares HELMUGA (Egia, 16) y EGIA (Egia, 24); dos paradas muy habituales para los vecinos del barrio así como para los musiqueros cuando toca concierto. El bar Helmuga ha sustituido los crêpes y las ensaladas del Kino por contundentes bocadillos. En ambos casos no suele fallar el binomio de cervezas y fútbol.
Ahora tomamos la calle Egia hasta el inicio de Virgen del Carmen para entrar al ZANPANTZAR, un bar conocido también por la calidad de sus bocadillos y que llevó a uno de los lectores de KULTURALDIA a incluirlo en este listado. En los años 80 y 90 fue uno de los bares estrellas del barrio y su dueño, Peio, sigue al frente de la barra desde entonces. Puedes salir por la tangente y probar sus ricos talos -siempre que les quede harina y tengan tiempo para su elaboración- o echar una partida al billar en la parte de atrás. La decoración, que mezcla distintos aspectos de la cultura vasca y sus tradiciones con elemento mitológicos, no tiene desperdicio. Es único en su especie.
Un alto en el camino antes de enfilar de nuevo la empinada Virgen del Carmen. No se puede dejar de reivindicar el minúsculo bar JESÚS (calle Tejería, 12), a unos 30 metros del Garraxi. Una mesa nada más entrar, una televisión y una pequeña barra es todo lo que vas a encontrar. Varias matrículas cuelgan de la pared, entre ellas una que dice «Jesus´s pub», para que nos quede ninguna duda de quién lleva aquí las riendas. Tienen poquitas cosas, pero lo que hay merece la pena. Y lo sirven con profesionalidad. Hasta hubo una época en la que llegaban a dar txuletas por encargo. A la ración de sardinas le ponen un chorretón de vinagre y añaden cayena machacada. El resultado es adictivo.
Vuelta a la calle Virgen del Carmen. El número 21 pertenece al bar JOSÉ MIGUEL, una auténtica tasca y bar de barrio como los que había antes. Otro negocio familiar frecuentado por todo tipo de clientela, incluidos gaupaseros y noctámbulos profesionales que quieren picar algo más allá de las doce de la noche o que salen directamente del Cactus -el after del barrio- para seguir de jarana. Su especialidad son las cazuelas y guisos que conocemos todos: ensaladilla rusa, pimientos rellenos, champiñones en salsa, callos, albóndigas… Se exponen en vitrinas climatizadas para mantener los productos a una temperatura adecuada. Los pintxos de barra -las tortillas de diferentes tipos se llevan la palma- también están convenientemente protegidos.
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