Ya se sabe que Hondarribia lleva un puñado de años instalada en la cima del pintxo en el País Vasco. En la calle San Pedro del barrio de pescadores de la Marina se reúnen algunos de los templos gastronómicos de referencia (Gran Sol, Enbata) y es uno de los indiscutibles reclamos turísticos del municipio. Pero en esta bella localidad costera -¿la más bonita de Gipuzkoa?- también convendría reivindicar el pintxo-pote de los jueves, una experiencia gratificante que dos miembros de Kulturaldia experimentamos ayer mismo. Pintxo-pote deluxe.
Vamos a la Marina
Hondarribia debe ser uno de los pocos sitios del mundo en los que su Casco Antiguo, -rodeado por una muralla, cuidadísimo- apenas tiene vida social. Todo el barullo se ha concentrado históricamente en la calle San Pedro de la Marina, la zona baja de la ciudad donde se fueron a vivir los arrantzales del pueblo con sus familias. La Parte Vieja, quizás porque se nutrió de gente diversa venida de otros pueblos, nunca tuvo ese sentimiento de unidad y vocación fiestera. Si algo sucede en Hondarribia pasa obligatoriamente por la calle San Pedro.
Aunque queda un pequeño tramo por asfaltar, las obras de peatonalización prácticamente han terminado. En la tarde-noche de ayer, a unos 25 grados, la gente paseaba animada. Decidimos arrancar nuestro itinerario a las 20:30 horas desde el otro extremo de la calle, en la punta más cercana a la playa.
Recomendación: id temprano
En las escasas dos horas que dura nuestro itinerario caímos en la cuenta de que es preferible empezar a picar algo a la francesa, hacia las siete de la tarde. En algunos bares (Txantxangorri, por ejemplo) no quedan apenas pintxos para cuando dan las nueve. Se ven turistas cenando a horas tempranas, principalmente del otro lado de la muga, y quizás ésa sea una de las razones que explique el reajuste horario.
Conclusión: sólo nos da tiempo para entrar a cuatro bares. Aprendemos la lección para la próxima ocasión. Otro detalle importante: no en todos los locales hay pintxo-pote. Se concentran en su mayoría al principio y al final de San Pedro. El precio es de 2 euros (pintxo + consumición) y en todos los casos los vasos son de cristal. Nada de plástico como en el masivo pintxo-pote de Gros.
Bares y pintxos
Bar Itsaspe, San Pedro, 40): carrillera
El color blanco manda dentro y fuera del bar-restaurante y por un momento uno se siente como si estuviera en una tasca del mediterráneo. En el exterior hay una terraza cubierta bastante apañada y dentro el espacio es amplio. Hay varias opciones para elegir, pero nos dejamos llevar por lo que pide la mayoría: carrillera en salsa. Las camareras, las más jóvenes del recorrido, se olvidan del pan. Comemos en la barra. Hay un camarero que nos recuerda a Melendi y bromeamos sobre lo mal que está la industria discográfica. La carne está muy sabrosa.9
Bar Ardoka (San Pedro, 32)
Un solo camarero lidia con toda la gente que se agolpa sobre la barra. Le decimos que es el Fernando Alonso de los camareros y nos responde con la misma rapidez que atiende a los clientes: «Eso es lo que dice mi mujer». Es un espectáculo verle trabajar. Sólo nos ofrecen un pintxo, pero tiene un nombre de lo más sugerente: «Alita de pollo + inspiración». La inspiración no es más que una crema de puré de patatas con unas gotas de Ketchup que, la verdad, van muy bien con el pollo.8
Bar Enbata (Zuloaga,5 / San Pedro)
Tiene la peculiaridad de que se puede acceder por dos calles distintas (Zuloaga y San Pedro), un detalle que la caja registradora también capta a la hora de cobrar las comandas. Pintado de blanco y azul, elegante, dudamos un instante si aquí también sirven pintxo-pote. Nos ofrecen una deliciosa croqueta apaisada de huevo duro con bechamel y una tortita de camarón. No podemos evitar la broma de mentar al cantaor gaditano en un contexto euskaldun. Zuritos muy generosos. 8
Bar Ignacio (San Pedro, 20)
Éste es uno de esos bares de toda la vida con pintxos tradicionales en la barra y camareros de la vieja escuela. Uno de ellos, con la típica camisa de cuadros de tipo mantel-mitín del Alderdi Eguna, se dirige a los clientes con silbidos o el clásico «¡Ehhh!». Lo hace con naturalidad y cae simpático. Hemos dado unas cuantas vueltas por la calle porque los pintxos están casi agotados y aquí sucede algo parecido. El de tortilla es hermoso aunque podría estar más jugoso. El de atún, mahonesa y huevo no tiene gran misterio pero está bien rico.7
5 Comentarios
Respecto a su articulo, de acuerdo con que el mogollón se centra en la Marina, pero siendo de Hondarribia, he de decir que en la parte vieja de Hondarriba , hay sitios a los que se puede acudir los jueves de pintxo pote, calidad extraordinaria y con muy buen ambiente ,quizas un poco más exclusivo al mismo precio.
Hotel Obispo, Sebastian, Danontzat ,San Nikolas, Antxina, Larra, etc ,etc
Se pueden degustar desde unos huevos rotos hasta un pintxo de foie y sin mogollones ni croquetas grasientas congeladas.
Muchas gracias por tu apunte, Elsa. Habrá que probar el pintxo-pote de la Parte Vieja, donde nací y viví 13 años, por cierto ;). Mila esker!
Estoy de acuerdo con que el pintxopote de Hondarribia está bastante bien (ahora, ya que hace un par de años apenas había un par de bares que se sumaron a esta iniciativa y la cosa era bastante pobre). Sin embargo, disiento enormemente en la selección del bar Itsaspe. Durante los últimos dos años, tooooooodos los jueves ofrecen los mismos 2 pintxos, bastante tristes, por cierto: magras con tomate y una brocheta de pollo seca (o, en su defecto, un sanjacobo o croqueta grasienta).
A lo dicho, recomiendo el pintxopote en Hondarribi, pero evitad el Itsaspe.
Totalmente de acuerdo contigo Mik Alber. El Pintxo-pote hondarribitarra le da mil vueltas al de Donosti, sea en Gros en Egia o en otros barrios de la ciudad. Además, como bien dices, en los bares a los que hemos ido -y nos es la primera vez- el servicio es bastante eficiente y la calidad alta.
Lo de las notas, ya se sabe: cada cual valora como quiere. Es indicativo. Lo que falló en el Ignacio fue que llegamos al final y ya no quedaba demasiada cosa. Por lo demás, muy bien. Un 7.
Salvo por las notas (el Ignacio, aunque es el de aspecto más austero, es el más generoso en los pintxos) estoy de acuerdo con el artículo. No podemos decir que Hondarribia esté sufriendo un renacer gastronómico porque siempre ha estado en lo más alto de ese ránking, pero sí que es verdad que el pintxopote está consiguiendo revitalizar la ciudad. El ambiente es muy agradable, las raciones son generosas y el entorno invita a alargar la tarde hasta bien entrada la media noche, sobre todo ahora en verano. Y aunque suene a sacrilegio, debo decir que el pintxopote honddarbitarra le da mil vueltas al de Donostia en todos los sentidos, empezando por la calidad de la comida y acabando con el ambiente. Las veces que he salido por Donostia me daba la impresión de estar en un escaparate de vanidades. Mucho snobismo mal llevado y demasiado wanabee, algo que ni se intuye en Hondarribia.