Hola, me llamo Diego San José, aunque la mayoría de la gente me conoce como «el otro que escribe con Borja Cobeaga». Empecé a escribir guiones para el programa de ETB-2 «Vaya Semanita» y, desde entonces, estoy encasillado en la comedia aunque es bastante probable que no sepa escribir ninguna otra cosa. En televisión he escrito para «Qué vida más triste», «La noche de José Mota», «El Intermedio» o «Al Rescate» y en muchos otros programas que no recordaréis y que yo no os voy a hacer pasar ese mal trago. También he escrito tres películas, «Pagafantas«, «No controles» y «Ocho apellidos vascos» que, en realidad, son la misma: van de un tío que la lía muy gorda para poder ligar. A quien no esté de acuerdo con que eso haga falta, le mandaría a vivir una adolescencia a Irun. «Ocho apellidos vascos» ha ido bien en taquilla, pero lo más cerca que voy a estar en mi vida de ganar algún premio relacionado con el audiovisual fue una vez que me tocó el Bingo Riojano con Mikel Pagadi.
«Ocho apellidos vascos» está pulverizando todos los récords de taquilla, está siendo «un puto desfás«… ¿Es el guión más redondo que habéis escrito Borja Cobeaga y tú?
No tengo ni idea, para valorar un trabajo mío necesito que pase un tiempo y verlo con distancia. Hasta que deje de estar en la cartelera y tan presente en mi Twitter, creo que no voy a ser capaz de valorarlo con algo de objetividad. Hasta entonces, creo que lo más redondo que he escrito para Borja, junto con Juan Cavestany, es «AUPA JOSU», una sátira política para ETB-2 que no se ha emitido. Creo que eso es lo que más se acerca al tipo de humor que me gusta como espectador. Pero lo que está claro, a día de hoy, es que «Ocho apellidos vascos» es el guión que más ha conectado con el gran público y posiblemente mi mayor éxito profesional desde que como vendedor de zapatillas en el Decathlon de Irun le coloqué unas playeras del 40 a un francés que tenía por lo menos un 43. Y verdes pistacho.
¿Qué les dirías a los que ven la película como una «burda caricatura españolista», «humor filoetarra» y cosas por el estilo?
Creo que cuando uno estrena una película se expone a que toda la gente haga su juicio y más cuando es una película que arranca bien en taquilla y está todos los días en prensa. Es normal que esté expuesta a mil interpretaciones, lo que me parece patético es hacer una crítica de la crítica, tener que dar respuesta a una opinión que hay que respetar y hasta valorar siempre. Otra cosa es compartirla, a mí me parece que «Ocho apellidos vascos» no es más que una comedia romántica muy clásica donde nunca se hace antropología social ni nada con demasiado poso.
Ha puesto de acuerdo a miles de vascos con Pedro J. Ramírez, a éste con Forges y hasta a Pérez-Reverte le ha encantado. ¿Dónde está el truco?
Creo que no soy nadie para hablar de trucos cuando la anterior película en la que trabajé, «No controles», sólo hizo 600.000 euros. De hecho, nunca voy a volver a trabajar en un éxito de este tamaño porque no hay manera de encontrar el truco de algo así. Dicho lo cual, que esas tres personas coincidan me parece genial, pero lo realmente alucinante no es eso, es que ellos tres hayan coincidido con Kiko Rivera, Rosa de España y Rudy Fernández, que lleva mechas. Eso sí es alucinante. Y que Rosa de España se parta con chistes de la kale borroka, creo que es mi techo profesional y de aquí, cuesta abajo.
Entre los críticos, se ha generado cierto debate en torno al supuesto valor «cualiativo» del humor. Si es humor inteligente, vale. Si es de gags, ay, ya no es tan cool. Ya sabes, «me he reído, pero es una tontería».
Lo de diferenciar a un humor «inteligente» de otro tipo de humor siempre me ha parecido un debate bastante injusto. Por supuesto que hay estilos de humor más elaborados que otros, que hay recursos cómicos que te llevan más trabajo y otros atajos que sabes que funcionan sin mucha exigencia creativa. Claro que es así. Pero lo mismo ocurre con la música, con las novelas o con el periodismo. Y nunca nadie habla de «literatura inteligente» o «disco inteligente», así que tener que buscarle la intelectualidad al humor, me parece ya una trampa en sí misma. Además, a mí me gustan mucho los Farrelly, así que en este debate voy con los que palman.
¿Nos hemos vuelto demasiado pacatos con el humor? A la mínima salta una asociación, un partido, se arma un follón en Twitter…
Esto ha ocurrido siempre y no es verdad que sea algo más de hoy en día. «Martes y 13» ya contaban que, después de cada Nochevieja, recibían cartas de asociaciones que se quejaban por todos y cada uno de los chistes que les habían tocado de una u otra manera. Eso siempre ha estado ahí y, si me apuras, hasta me parece normal. Lo ridículo es atribuirle a estas asociaciones el poder de marcar dónde está el límite del humor. Eso sí que no.
Entonces, a la hora de escribir comedia, ¿tú mismo te marcas algún límite o todo vale? ¿Tienes tabús?
Es que yo no creo que haya temas sobre los que no se puede hacer humor. Me parece una manera demasiado rápida de despachar una decisión. Creo que es más complejo que todo eso. Por ejemplo, ¿se puede hacer humor sobre un tema como la pederastia? Pues depende, porque creo que es muy distinto hacer un gag sobre un pederasta o sobre los padres de una niña que ha sufrido abusos. El problema no es el tema sino el enfoque que se aplique al chiste y, sobre todo, hacia dónde diriges el gag. Por eso nunca nos marcamos límites, creo que a nada que tengas un poco de sentido común y seas mínimamente sensato, los chistes te van a salir bien encaminados. Otra cosa es que tengan o no gracia.
Pero a veces las fronteras son difusas, ¿no? Esa mujer indignada ante un monologuista machista puede que tenga sus motivos. O Pedro Arriola (PSE), que dice que no vería con buenos ojos una comedia en torno a las negociaciones de Eguiguren con ETA…
Sí, claro que las fronteras son difusas y ojalá lo sean siempre. El día que haya un mapa sobre dónde están los límites de la comedia, el humor va a ser muy aburrido. Y claro que debe existir este debate, prefiero esta discusión a que la comedia sea tan correcta que no incordiase nunca a nadie. Por otro lado, odio el chiste que lleva vocación de provocar y que le ves a la legua las ganas de incomodar, pero creo que la comedia siempre tiene que tener un lado cabrón, si no, algo se ha hecho mal. El chiste que va de provocador es tan patético como la novia que se pone una polla en la cabeza en su despedida
Algunos nos acordamos de «Juancarlitros», el carismático personaje de Julián Lopez en «No controles». Fue durante hora y media nuestro Chiquito de la Calzada, la sublimación de la jerga de la chavalería. ¿Volverá?
Por cada proyecto que llevas a cabo, hay seis o siete que Borja y yo desarrollamos entre chupitos de limoncello. Uno de ellos es «Juancarlitros vs. el Imperio del humor inteligente» en el que Julián López viajaba a Madrid para acabar con una organización de monologuistas del «Club de la comedia» que monopolizaban los locales de la capital y no dejaban hueco para el chiste de gangosos y el chascarrillo lepero.
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