Nos juntamos un cocinero italiano, un economista catalán y dos donostiarras en la Parte Vieja para que por unas horas nos convirtamos en críticos gastronómicos. La idea original era haber visitado un restaurante con estrella Michelín, pero son tiempos de estrecheces económicas y lo que más se acerca a un templo de vanguardia más o menos accesible es el menú degustación de A Fuego Negro. Cuesta 35 euros y la bebida no está incluida.
No somos un equipo de grandes expertos pero los cuatro tenemos el suficiente recorrido como para distinguir entre un buen plato de pasta al dente y una pasta pasada de cocción. Además, nos hemos comprometido a decir la verdad y nada más que la verdad sobre la comida. Con las críticas gastronómicas -como con todas las críticas, en realidad- siempre nos queda la razonable duda de si el amiguismo esta por encima de consideraciones objetivas o si ha habido algún tipo de favor de por medio. Existen muchos críticos que confunden propaganda con periodismo, vaya. Aquí no hay trampa ni cartón; cada uno paga religiosamente el menú y no tenemos que rendir cuentas a nadie. Vamos allá.
EL LOCAL
En un sitio como a Fuego Negro no se pueden pasar por alto dos cosas. Una de ellas tiene que ver con cómo se juega con el concepto soul-funk, un agradable estilo de música que nos acompañará durante la comida y que, al mismo tiempo. salta a la vista se mire por donde se mire. Hay alma y personalidad canalla en el bar. Sus paredes están llenas de referencias blaxpotation y hasta en la mesa que nos han preparado nos dan la bienvenida cuatro manteles con forma de disco de vinilo. Bravo. Además, da la casualidad de que la exposición Donosti fake de Ronquete nos mira de reojo y hace de nuestra estancia un lugar más divertido.
La segunda cuestión que diferencia A Fuego Negro del resto de bares de la ciudad es su decidida apuesta cultural, bien a través de su propia herramienta Taskakulturklub para dinamizar la agenda cultural diurna o colaborando con distintos proyectos que tienen lugar en Donostia como Roof top Zinema o el Vermukino. También es obra suya el experimento de humor gore y gastronomía que se presentó en la pasada Semana del Terror, «Monsterchef», entre otras publicaciones.
Y ahora que nos hemos ubicado, entremos en harina. La puntuación es una media de los cuatro comensales, por cierto.
EL MENÚ
Entrantes
Qué sirven: pieles de patata confitadas con salsa brava casera + aceitunas rellenas de vermut + black rabas (calamares con tinta de txipiron).
Cómo lo sirven: la ración de pieles de patata va en un curioso mini-contenedor adornado con pegatinas y grafitis de todo tipo. Un guiño al street-art. La filosofía con la piel viene a ser: nosotros reciclamos y recuperamos lo que los otros tiran a la basura. Las rabas están insertas a modo de pintxo moruno sobre un bonito tronco. Las aceitunas son tamaño XL, enormes.
Nota: Lo que más nos ha gustado han sido las aceitunas y lo que menos la piel de patata. Coincidimos en señalar que la presentación es vistosa y divertida. Un buen comienzo. 7
Plato 1: gamba de huelva + guisantes congelados + requesón + polvo de regaliz
Cómo lo sirven: un pequeño cuenco blanco que parece un asiento minúsculo retro da cobijo a este pequeño plato. Da ganas de comerlo de un bocado. Los guisantes no son congelados, sino que son una manera distinta de presentar la cocción del guisante lágrima y, de paso, criticar el guisante congelado que sirven en muchos sitios.
Nota: Esperábamos una explosión de sabor o algo parecido y nos ha dejado un poco fríos. Está bien, pero no revoluciona tus papilas 6
Plato 2: vainas, ajoblanco de patata & mojama
Cómo lo sirven: en otro cuenco, esta vez transparente. Las vainas cortadas en juliana, muy finas. La mojama le da color al plato y todo flota sobre un charco de ajoblanco. Visualmente es un acierto.
Nota: Las mini-ensaladas son uno de los fuertes del bar. Esperábamos la ensalada de bacalao, gel de naranja, cebolla roja y aceitunas negras y este plato nos ha pillado con el pie cambiado. Está bien pero de momento nos seguimos quedando con los entrantes. 6,5
Plato 3: Tartar de bonito & sandía con yema rallada
Cómo lo sirven: en un plato blanco con el bonito y el atún junto y revuelto. Tiene un color rojo muy potente.
Nota: empieza la remontada. Coincidimos en que funciona la combinación entre el pescado (bonito) y la fruta (sandía). Entra muy bien, es un plato muy fresco, sobre todo para el verano. 8
Plato 4: Mollejas de merluza salteadas con piparras, cebolleta y cilantro
Cómo lo sirven: parece un plato de carne pero no lo es. ¿Mollejas de pescado? Nuevamente lo sirven en un platito blanco. Mucho cilantro, que siempre es un arma de doble filo.
Nota: Disparidad de opiniones. La culpa es de la textura de la molleja, que se hace un poco arenosa a la boca. 6,5
Plato 5: Codorniz frita con cebolla roja y puré de castaña
Cómo lo sirven: en una bonita cesta. A este plato lo llaman Pajarito frito. Hasta ahora hemos echado una mayor cantidad de comida y parece que han sido más generosos .
Nota: Acabamos chupándonos los dedos, literal. El ave está crujiente y sabroso. 8
Postres
Qué sirven: no uno sino que son dos postres: corte de helado artesano de manteca y vainilla entre galletas de pantxineta + marianito fresh (granizado de vermut con piezas de naranja y rodajas de oliva dulce). Este último lo sirven en una copa helada.
Nota: En esta ocasión hay quorum: lo mejor lo han dejado para el final. Abrir con vermut y cerrra con vermut ha sido un acierto, sin que nos hayamos sentido estafados o algo parecido. La pantxineta, espectacular. 9
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