Ya se sabe que el arquitecto Rafael Moneo diseñó el Kursaal como si esos dos cubos de vidrio translúcido fueran rocas incrustadas en el mar, perpetuando así la armonía con el privilegiado entorno natural. Quedan ya lejos los acalorados debates que tuvieron lugar en los años 90 sobre la conveniencia o no de levantar el edificio de corte rupturista. Los cubos de Kursaal gozan hoy en día de relativo consenso entre los donostiarras y es uno de los indiscutibles emblemas de la ciudad, además de uno de sus puntos neurálgicos. En estos apacibles días primaverales no resulta extraño ver a más gente paseando por los alrededores de la playa de la Zurriola que por el paseo de la Concha; hace 15 años hubiera sido una imagen descabellada.
Poco a poco Gros ha ido despegando primero alrededor del Kursaal -atención a las exposiciones de la sala Kubo, como la actual de Catalá-Roca– y más tarde en torno a la cultura del surf y de los bares de pintxos. Si quieres ir de compras y te interesa el deporte éste es tu barrio. Si quieres ir de pintxos más allá de la Parte Vieja la oferta es amplia y variada y se puede optar entre la inercia de los sitios con solera (La Bodega Donostiarra, Bergara, Senra…) o moverte al ritmo del pintxo-pote de los jueves, donde ya hicimos un recorrido por sólo 10 euros, y también el de los miércoles, reducido a la esquina de la calle Imaz con el paseo de la Zurriola, donde se encuentran la pizzería Malandrino, el Ondarra y La consentida.
Pero aparte del binomio pintxo-surf hay más donde rascar. Desde aquí hemos aplaudido la valentía de los cines Trueba (calle Secundino Esnaola, 2) por su apuesta decidida por el cine de calidad en versión original, estimulantes ciclos cinéfilos como Los Jueves del Trueba, sede del festival Dock of The Bay, maridajes de música y cine… A su lado, el Zinema corner cumple como bar recogido y vecino donde se puede estar dentro o en una agradable terraza. Justo enfrente se encuentra el japones Robin Banana y yendo en dirección al puente la maravillosa tienda de bicis urbanas Miner (Ronda 7), una joya. Pasada la calle Miracruz hay tres puntos de interés: la galería arteko (calle de Iparragirre, 4), el bar Iparra (calle de Iparragirre, 4) que los lunes se desmelena, y el restaurante de comida ecológica Tedone.
Entre la calle Berria y el inicio de San Francisco nos topamos con una callejuela peatonal y semiescondida con motas en el suelo, bancos y mesas fuera. Es una alternativa a otras arterias más transitadas como la calle Zabaleta, que la hemos recorrido de principio a fin, tomando buena nota de un cambio sustancial: nada o casi nada es igual, sobre todo si nos atenemos al tramo que va desde la avenida Navarra hasta la plaza Cataluña esquina con Gran Vía. Varios ejemplos: el enorme bar-restaurante Salt, las coquetas cafeterías La Guinda y Hogar Dulce Hogar, la vinatería Essencia Ardodenda y algunas tiendas como Vintage Closet y La Fábrica de Colores.
Ya en el número 19 de la Gran Vía se encuentra el dulce refugio argentino de Gros, Meivy: una pastelería con alfajores, dulce de leche y tentaciones con revestimiento de azúcar. Y si nos ponemos en un plan algo más noctámbulo, dos bares de distinto signo pero donde casi siempre suele haber gente: la Gintonería donostiarra (Zabaleta, 6), donde uno se puede tomar algo -¡las cañas son baratas!- un jueves por la noche sin que le miren como a un extraño y el bar Teorema (Zabaleta, 1), con una buena selección musical y parroquia más moderna.
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Gros Independiente!!!!