Algo más de 2,5 kilómetros separan la playa de La Concha del estadio de Anoeta. En lugar de desplazarnos al campo por inercia, como si ése fuera nuestro único destino de la jornada, queremos aprovechar una tarde primaveral con tímidos rayos de sol golpeando nuestra espalda y seleccionando por el camino algunas paradas estratégicas. Pongamos que este sencillo plan lo ejecutamos mañana sábado, antes del decisivo partido contra el Real Madrid -Europa y el liderato por la Liga están en juego- que va a arrancar a las 20 horas.
Podemos sentarnos en uno de los bancos de la cuesta de Miraconcha y acordarnos de cuando hacíamos manitas en nuestros años mozos. Es cierto que la carretera le resta un ápice de romanticismo, pero separado del gentío que se agolpa en el paseo uno se siente un privilegiado observador de la bahía. Bajamos a la altura de la barandilla y tenemos dos opciones, ambas tan evidentes que ni nos acordaremos de la última vez que lo hicimos: si el tiempo acompaña y se puede disfrutar del exterior tomaremos algo en la terraza del Café de la Concha. De lo contrario, sigamos haciendo el guiri un poco más adelante: desde el lustroso ventanal del bar del hotel Londres tampoco se está nada mal. En ambos casos, seremos turistas en nuestra propia ciudad por unos minutos, una placentera sensación que ya hemos experimentado en alguna otra ocasión.
¿Por qué tomamos un zurito y un pintxo deprisa y corriendo en los alrededores de Anoeta si podemos hacerlo con mayor calma y en mejores condiciones en el centro? En la misma calle San Marcial hay un puñado de bares que merecen la pena, así que entramos a cualquiera de ellos, el Alustiza, por ejemplo, y comemos una de sus famosas gavillas, una delicioso croquetón relleno de un trozo de jamón serrano con queso y bañado en bechamel. Caminamos ahora hasta la Glorieta de Bilbao para jugar nuestro derby literario: si nunca se ha entrado a la librería Donosti, merece la pena traspasar la preciosa vidriera de la entrada y dejarse llevar por un fondo de armario especializado en diccionarios técnicos y generales de idiomas.
Enfilando la calle Prim, giraremos a la derecha para adentrarnos en Reyes Católicos, un barrio que busca su identidad ya que no vive sus mejores momentos. Antes de llevarnos a la boca una de las míticas gildas de Casa Vallés y comprar un bocata de tortilla de bacalao, podemos hacernos con algunas chucherías o pipas para el partido en la inmortal Balú, clásico punto de encuentro de los críos que deambulan por el Buen Pastor. Si tenemos el cuerpo para entrar a una tienda de ropa, no está de más saber que tiene su punto la coqueta tienda vintage ubicada enfrente del bar Splash. Seguimos bajando y tras dejar atrás el edificio de Bellas Artes -¿qué será de él?- nos detendremos a ver a los niños jugando en el parque Araba o parque de los Tubos. Pocas cosas más gratificante que observar a un niño bajando por un tobogán.
Llega la hora del partido, no lo olvidemos; es a lo que vamos. Oscurece. Pasaremos al lado del Hotel Astoria 7 y nos pondremos nostálgicos recordando los tiempos en los que era uno de los cines de referencia de la ciudad. Aquellos maravillosos cines que hace poco nos devolvió al mapa de nuestra memoria Iñaki Ortiz. Nada volverá a ser lo mismo. Ya en la avenida Madrid, tomaremos un último zurito en el Art Café, a un paso de Anoeta. Se acabó el paseo. Más fructífero que otras veces. Más largo. Sólo nos queda entrar al campo y animar a la Real.
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