Han sido muchas las voces que se han levantado para criticar la «sobreexposición» de la sala Dabadaba en KULTURALDIA. En realidad, no ha sido para tanto: sólo se han publicado dos artículos completos (uno sobre su inauguración y otro más adelante) en un año. Y éste es el tercero. Un balance a todas luces escaso como para andar repartiendo sobres con billetes de 500 euros dentro. A ninguno de los que escribimos aquí nos dan gintonics y entradas por la patilla para fiestas y conciertos.
Estos días son, por llamarlo de alguna manera, atípicos en la antigua sala de billares Snooker. Álex López-Allende, uno de los seis socios y seguramente la cara más reconocible por sus proyectos como músico (Thee Brandy Hips, Kokoshca) y promotor (Ayo Silver!), se encuentra de vacaciones en California. Se hace extraño no ver su abultada y rizada mata de pelo. Sin embargo, la actividad, frenética por momentos, del Dabadaba no cesa: hoy será un frío y gris lunes, pero unos chicos con pintas de punks modernos, los norteamericanos Useless Eaters, están afinando sus instrumentos en la prueba de sonido.
El teléfono de la oficina -en realidad, un cuartucho contiguo al backstage compuesto básicamente de un ordenador, una pequeña pizarra que dice «best new music» y papeles desperdigados-, no parará de sonar durante la conversación. La gente llama para saber a qué hora empieza exactamente el concierto, aclara Sebastián Sallaberry, otro de los responsables, y portavoz ocasional. «Intensidad» es la palabra que más repite a la hora de hacer un apresurado balance sobre el primer año de vida del Dabadaba. No hay más que repasar los próximos eventos previstos en la agenda: entre el 27 de marzo y el 3 de abril tocan nada más y nada menos que 9 bandas, incluyendo el plato fuerte de la fiesta del primer aniversario el sábado 28 de marzo. A eso hay que añadir djs que guardan en la recámara y los saraos diurnos que montan de vez en cuando, como el mercadillo de segunda mano del pasado domingo, donde no cabía un alfiler. Más que un bar al uso parece un laboratorio de música y ocio.
Uno de los secretos de su éxito ha sido llenar de actividad este rincón semiescondido de la calle Mundaiz. Buscar un pretexto que justifique tu trayecto desde la Parte Vieja, el Bukowski, o tu casa. Que en una ciudad en la que nos da pereza hasta cruzar un puente, merezca la pena adentrarse en un territorio un tanto inhóspito, entre el parque Cristina Enea y varios edificios semiabandonados. Pero una vez entres por la puerta es probable que te quedes hasta el final.
A estas alturas, y frente a algunos agoreros que pronosticaban que la burbuja se iba a desinflar -«está de moda», «la gente dejará de ir cuando deje de molar»- nadie duda de que ha sido un bombazo. «Era obvio que iba a funcionar, pero no por nosotros», explica Sebas. «Lo raro era que no hubiera algo así en Donostia. Durante años salías por la noche y te encontrabas con que un montón de gente tenía el mismo discurso. Gente que andaba un poco perdida y quería un sitio donde sentirse a gusto y que cubriera sus necesidades».
El perfil es más variado de lo que en un principio pueda parecer. Lo asociamos a un público moderno de entre 25 y 35 años, pero también hay adolescentes, gente madura, guiris, rockeros, aficionados al hip hop… Todos se sienten cómodos en el Dabadaba. «Hay gente que viene aquí y que luego te lo encuentras en el Victoria Eugenia o el Kursaal. En este sentido, una de las cosas que hemos aprendido es que no hacemos distinción entre comercial y no-comercial. Álex, por ejemplo, está ahora muy metido con el flamenco».
¿Se sigue algún criterio para ordenar la marabunta de actividades? «Más que a la inercia del negocio tratamos de amoldarnos a la inercia del tipo de vida de la gente, incluida la nuestra», continúa Sebas. «De lunes a viernes se trabaja y tenemos que ajustar el horario de los conciertos; ni muy tarde ni muy temprano. El fin de semana se sale de fiesta y el domingo es más tranquilo, por eso montamos cosas como los mercadillos».
El bombo del batería de Useless Eaters retumba en todo el bar. Se acerca inexorablemente la hora del concierto. Un concierto de un grupo underground en una pequeña ciudad. Un triste lunes. Me pregunto cuánta gente se animará y hasta qué punto es rentable llevar las riendas de un negocio así. «En nuestro caso el beneficio económico no se encuentra en la escala de valores más alta. Tenemos que comer y pagar nuestros alquileres, pero, básicamente, esto lo hacemos porque nos gusta y lo pasamos muy bien», concluye Sebas.
4 Comentarios
El Dabadaba es lo mejor que le ha pasado a Donosti en el último año. Gora!
En la última década diría yo
¿Dabadaba en Kulturaldia? Estoy inmerso en un dejà vu muy loco…
Hacía tiempo que no salía, pero sí. Esto es un deja vu muy grande…